Laura de Felipe Psicología

En la actualidad se emplean muchos términos o expresiones de forma errónea, llegando a “psicologizar” reacciones o emociones comunes. Así, la depresión y la ansiedad están a la orden del día, siendo en realidad tristeza y activación (totalmente adaptativas). Esto mismo sucede con la palabra “trauma”, sin saber en ocasiones qué supone estar traumatizado o vivir una situación traumática. La depresión y la ansiedad las dejaremos para más adelante, dedicando la entrada de hoy a los traumas. Según la Organización Mundial de la Salud (OMS) un trauma tiene lugar cuando una persona ha estado expuesta a un acontecimineto estresante o situación, ya sea breve o prolongada, de naturaleza excepcionalmente amenazadora o catastrófica, pudiendo causar un profundo disconfort en casi todo el mundo. Así, un atraco, un tsunami o una situación prolongada de violencia de género serían considerados traumas. Dentro de estas situaciones de trauma se pueden desarrollar diversos trastornos, como e

Constantemente tenemos que elegir. Desde que nos levantamos hasta que nos acostamos elegimos qué comer, qué ver en la televisión o qué camino elegir para ir al trabajo. No nos damos cuenta de cuántas opciones descartaríamos a lo largo del día porque suelen ser superfluas, pero algunas decidirán nuestro futuro. A los 16 años tenemos que saber qué rama académica elegimos. A los 18 tenemos que saber qué carrera será a la que dediquemos nuestra vida. Pero realmente, ¿estamos preparados a esas edades a tomar decisiones tan determinantes? ¿Tenemos la capacidad para decidir sobre nuestro futuro de forma tan temprana? ¿Estamos realmente informados de todas las opciones que tenemos? Mi respuesta a todas esas preguntas es única: no. A los 16 y 18 años el cerebro aún no se ha desarrollado en su totalidad, lo que se conoce como “hipofrontalidad”. El lóbulo frontal aún no está desarrollado por completo, por lo que sus funciones (toma de decisiones, pensamientos a largo plazo, consecuenci